¡Abrazos de vida!

Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, pero en este caso no hemos tenido que sufrir la versión de «Grease» o «Dirty Dancing» 2, pues lo que ha sucedido, de lo que hablo, no sólo no ha sido malo, sino que ha sido MÁS que bueno.

Obviamente con los «guionistas», «productores», «técnicos» y con todos los «ensayos» llevados a cabo esta «segunda parte» estaba destinada a triunfar… Pero nada de esto hubiera sido posible sin la incontestable actuación que, una vez más, se volvieron a marcar los dos protagonistas, en una isla, esta vez más cerquita de la península.

 

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Hablamos de la Ultra y la Marathon de Mallorca, y hablamos, como no: de Sonia Escuriola y David Mundina, que parece que ya no saben vivir sin «liarla parda» (jejejej). Así, quería volver a felicitaros y, como tanta gente ha hecho y vosotros ya sabéis (muchísimo mejor que yo), animaros a que no bajéis la guardia, que aún queda caminito este año y espero seáis capaces de recorrerlo disfrutando y soñando tanto. Pero el tema de la entrada hoy es un poco otro (aunque tiene que ver con todo esto).

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¿Veis la foto de arriba no? Es un momento íntimo lo sé. Pero me sirve de perlas para explicar lo que quiero decir. Hay pocas imágenes en el mundo que contengan tanto sentimiento como éstas. Resulta curioso, incluso paradógico, pero el abrazo después de haberlo dado todo se acaba convirtiendo en la mejor imagen para resumir más de 100 km tensionado y reventado por los caminos de la vida.

El lunes por la noche Valentí Sanjuan (no sé si lo conoceréis, pero es un tío que, como casi todos en este mundillo «está muy loco»-o ¿Quién sabe, quizá realmente más cuerdos que nadie…?-) estrenó en YouTube su repor sobre el Ultraman de Hawaii. Por si no lo tenéis controlado, se trata de una prueba de 3 días: el primero 10 km nadando y 145 en bici, el segundo 275 en bici y el tercero, por si aún tienes hambre, 84 corriendo.

Pues resulta que al acabar el segundo día, petadísimo (creo que sobra añadir «obviamente» xD), «el tío Valen» hace esta reflexión:

» Estás contento porque has sobrevivido al día más duro y solitario pero aunque cueste de entender se te han secado la cabeza y el alma y ya no puedes más, has peleado por encima de tus posibilidades, por delante queda el tercer día, el que a priori se te da bien, 84 km que tendrás que correr con el corazón vacío y los pies podridos. 84 km corriendo sin alma… Y por primera vez en tu vida vas a salir a correr sólo por obligación, así que esa noche no puedes evitar pensar que ahí se acabó la magia de todo lo que hacías. Hoy Valentí, te dices a ti mismo antes de empezar  a correr, has empezado a enterrar lo que te hace grande…»

Y después sigue un rato el documental mientras vemos al tipo, que en ese momento ya da mucha más pena que gloria, sufriendo por las carreteras de Hawaii, compartiendo carrera con Juan Craveri, otro «loco» Argentino, mientras ya casi sólo puede murmurar tonterías, y mientras, tal y como el explica, sigue sin saber, por qué cojones está corriendo ese día…

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Y de repente lo consigue joder. Y de repente recuerda porque ha sido capaz de pasarse 3 días seguidos sufriendo en Hawaii como un jodido loco masoquista…

Y así vas a llegar a meta, llorando como un crío mientas todo se pone a cámara lenta, ya no suena música épica y de repente te das cuenta que no has aprendido nada en toda la puta carrera pero al menos no te has rendido. Aunque de repente te giras a tu derecha (dónde está con él en ese momento su hermana) y dices: «Coño, otra vez, otra vez vamos a llegar a meta, otra vez la vamos a liar, con mi hermana, que es lo más especial que tiene mi vida y lo más especial que mi madre me dio…» Y joder, que tengas que estar en Hawaii sufriendo como un perro para darte cuenta. Así que ya lo sabes, ya sabes porque corrías cuando no tenías putas ganas, corrías para no decepcionarla y cuando tengamos 80 años, bueno quizá ella 90, de repente diremos: «Hostia puta que grandes que fuimos y qué bien nos lo pasamos…»

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Y es que aparte del hecho de que, como dice la frase que me gusta tanto y que se atribuye a Kristin Armstrong «Ninguna carrera te vuelve exactamente igual. Vas. Creces» (como ejemplo perfecto al principio del docu, aparecen Valentí y Craveri mirando al mar antes del ultraman, justo en la zona de playa donde estaría 3 días después la meta final, y ven la playa de una forma totalmente diferente al día en que llegan medio muertos después de los más de 500 km. Medio muertos sí, pero como debía de brillar, como debía de sonar el mar, porque se la habían ganado joder… ahora sí que se habían ganado la Isla). Pues igual que hay gente que no entiende esto, aparte del hecho de que cada prueba (incluso las más «pequeñas») nos hace crecer, si os dais cuenta ( y volviendo al abrazo), al tiempo que avanzamos, también valoramos más todo, mejor dicho, a todos, los que tenemos cerca. A los que queremos y a los que nos quieren. Pues igual que la playa del pre-ultraman no era la misma que la del último día, estoy segura de que el abrazo post ultra se ha convertido en uno de los premios más valorados.

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Y mandan huevos, tener que pegarse ciento y pico kilómetros para dar un abrazo, 500 para recordar que tu hermana es lo que te hace grande, o hasta 5 corriendo con tu padre, que no ha hecho una carrera en su puta vida, para volver a darle la mano después de muchos, muchos años,  entrar en meta como si acabarais de hacer 5.000(km) y decirle: «Cojones, qué huevos tienes papá, y cómo la liamos».

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¿Que qué quiero decir con todo esto? Pues si os digo la verdad, no tengo ni puñetera idea. Como muchas veces en alguna carrera pienso «no tengo ni puta idea de porque estoy aquí» ( ya ni imagino lo que debéis pensar los que corréis «de verdad» jejejejej), pero ¿Sabéis una cosa? Pues que como dice Valentí al final lo que quedará cuando lleguemos a superabuelos (como Super Paco), va a ser eso, el «Joder que grandes fuimos, y qué bien nos lo pasamos…» Y que si tenemos que hacer 100 km para disfrutar más de un abrazo, pues haremos 100, y hasta 200, y que ¿Estamos muy locos? Pues oye, no es locura: es felicidad. Y no es sólo una carrera. Es la vida, nuestro camino, NUESTRA vida. Y si queremos exprimirla al máximo y disfrutar de todo el trayecto es lo que vamos a hacer. Si no es para eso ¿Para qué hemos llegado hasta aquí?

 

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Y si algún día estáis perdidos, o no tenéis ganas de seguir (bueno si es muy urgente tomaos un descanso o una birra que esto tampoco viene mal jejeje) mirad a vuestra izquierda, o a vuestra derecha, pues seguro que encontráis un buen motivo (una o muchas personas) para seguir recordando » lo que os hace grandes».

 

Hasta la próxima, Campeones.

 

Laura.

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