22 Mar El tesoro más grande

El tema de las energías siempre es algo que me ha llamado la atención. No me refiero a nada de tipo místico (en este punto cada uno es libre de tener las creencias que quiera), me refiero a algo parecido a lo que cita este artículo. Y es que, os hayáis o no parado a pensarlo alguna vez, seguro que coincidiréis conmigo en que existe gente que parece que respira vida, energía, positividad, de esas personas con las que pasas media hora y parece que, aunque no has parado de hacer cosas (o precisamente por eso), has recargado tus pilas al máximo.

¿Me seguís, no? Igual que existe este tipo de gente,  existe la contraria, pero, adoptando una actitud más parecida a la primera, me esfuerzo en creer que todos podemos convertirnos en tan vitales como nosotros queramos llegar a ser, haciéndonos responsables de nuestros propios pensamientos y acciones y cambiándolos para que siempre nos sirvan de aprendizaje, para que siempre sumen.

Así, pensando en esto, en la gente que transmite tanto etc. se me ha ocurrido que si esto pasa con las personas, por supuesto también ocurre con los lugares. ¿Y qué mejor lugar que la naturaleza para recargar a tope nuestras pilas? Pero además, ¿sabéis la de beneficios que aporta?

La naturaleza nos ayuda a reponer el equilibrio en nuestra mente y a reducir el estrés y la fatiga mental, acelera la recuperación física, e incluso, según diversos estudios, podría contribuir a reducir la tendencia a padecer ciertas enfermedades.

Disminuyen también, en contacto con la naturaleza, la irritabilidad y la agresividad, mientras aumentan la autoestima y el auto-control.

Aumenta también el rendimiento y se potencia el control de la disciplina. Se mejora la capacidad de concentración, y se refuerzan nuestros pensamientos positivos, mientras, además, se mejoran la imaginación y la sociabilidad y se genera confianza (por lo que resulta muy importante el propiciar el contacto de niños y jóvenes con la naturaleza para un desarrollo humano completo y feliz).

La naturaleza, las montañas, nuestras fieles compañeras de aventuras, protagonistas de nuestras ilusiones y escenario, en muchos casos, de nuestros sueños. ¿Donde íbamos a crecer más? ¿Dónde mejor?

Porque la felicidad anida más en la nobleza de un bosque que en el lujo sin verde. Debemos aprender a respetar y cuidar nuestro entorno si queremos continuar compartiendo y nutriéndonos de toda esa energía y poder seguir confirmando que hay un libro abierto siempre para todos los ojos…

La naturaleza.

¡Hasta la próxima, campeon@s!

Laura.